Himno meditado

¡Ay dolor, dolor, dolor!

Fuente: Liturgia de las horas

Reflexión: Padre Felipe Santos Campaña, SDB

 

 

¡Ay dolor, dolor, dolor, 
por mi Hijo y mi Señor! 

Yo soy aquella María 
del linaje de David: 
¡Oíd, hermanos, oíd 
la gran desventura mía! 

A mí me dijo Gabriel 
que el Señor era conmigo, 
y mi dejó sin abrigo 
más amarga que la hiel. 
Díjome que era bendita 
entre todas las nacidas, 
y soy de las doloridas 
la más triste y afligida. 

Decid, hombres que corréis 
por la vida mundanal, 
decidme si visto habéis 
igual dolor que mi mal. 
Y vosotras que tenéis 
padres, hijos y maridos, 
ayudadme con gemidos, 
si es que mejor no podéis. 

Llore conmigo la gente, 
alegres y atribulados, 
por lavar cuyos pecados 
mataron al Inocente. 
¡Mataron a mi Señor, 
mi Redentor verdadero! 
¡Cuídate!, ¿Cómo no muero 
con tan extremo dolor? 

Señora, santa María, 
déjame llorar contigo, 
pues muere mi Dios y mi amigo, 
y muerta está mi alegría. 
Y, pues os dejan sin Hijo, 
dejadme ser hijo vuestro. 
¡Tendréis mucho más que amar, 
aunque os amen mucho menos! 


Reflexión:

.María, me uno íntimamente a ti en tu dolor. Ya ves. No esperabas que los hombres, muchos o pocos, fueran tan malos. No siguieron los dictámenes de tu Hijo. Les era incómodo.

. Tú te acordabas de la visita del ángel Gabriel en la Anunciación. Todo te parecía feliz y como un sueño. No sabías lo que te esperaba con tu amado Hijo Jesús.

.Sí que serías bendita pero al mismo tiempo el dolor te sacudiría fuerte y cruelmente. Y en la plenitud de su vida, los “santurrones legalistas” lo llevó a la cruz.

.Me uno a ti en tus gemidos dolorosos. Permíteme que llore contigo. Me siento tan unido a ti porque sé que eres mi madre espiritual. A ti me acojo. Escucha también mis gemidos cuando no me siento bien.