Salmo 25

Oración confiada del inocente



El Señor es mi luz y mi salvación, 
¿a quién temeré? 
El Señor es la defensa de mi vida, 
¿quién me hará temblar? 

Cuando me asaltan los malvados 
para devorar mi carne, 
ellos, enemigos y adversarios, 
tropiezan y caen. 

Si un ejército acampa contra mí, 
mi corazón no tiembla; 
si me declaran la guerra, 
me siento tranquilo. 

Una cosa pido al Señor, 
eso buscaré: 
habitar en la casa del Señor 
por los días de mi vida; 
gozar de la dulzura del Señor, 
contemplando su templo. 

El me protegerá en su tienda 
el día del peligro; 
me esconderá 
en lo escondido de su morada, 
me alzará sobre la roca; 

y así levantaré la cabeza 
sobre el enemigo que me cerca; 
en su tienda sacrificaré 
sacrificios de aclamación: 
cantaré y tocaré para el Señor. 

Escúchame, Señor, que te llamo; 
ten piedad, respóndeme. 
Oigo en mi corazón: 
"Buscad mi rostro". 
Tu rostro buscaré, Señor, 
no me escondas tu rostro. 

No rechaces con ira a tu siervo, 
que tú eres mi auxilio; 
no me deseches, no me abandones, 
Dios de mi salvación. 

Si mi padre y mi madre me abandonan, 
el Señor me recogerá. 
Señor, enséñame tu camino, 
guíame por la senda llana, 
porque tengo enemigos. 

No me entregues 
a la saña de mi adversario, 
porque se levantan contra mí 
testigos falsos, 
que respiran violencia. 

Espero gozar de la dicha del Señor 
en el país de la vida. 
Espera en el Señor, sé valiente, 
ten ánimo, espera en el Señor.