Salmo 34

Súplica contra los perseguidores injustos



Pelea, Señor, contra los que me atacan, 
guerrea contra los que me hacen guerra; 
empuña el escudo y la adarga, 
levántate y ven en mi auxilio; 
di a mi alma: 
"yo soy tu victoria". 

Y yo me alegraré con el Señor, 
gozando de su victoria; 
todo mi ser proclamará: 
"Señor, ¿quién como tú, 
que defiendes al débil del poderoso, 
al pobre y humilde del explotador?". 

Se presentaban testigos violentos: 
me acusaban de cosas que ni sabía, 
me pagaban mal por bien, 
dejándome desamparado. 

Yo, en cambio, cuando estaban enfermos, 
me vestía de saco, 
me mortificaba con ayunos 
y desde dentro repetía mi oración. 

Como por un amigo o por un hermano, 
andaba triste; 
cabizbajo y sombrío, 
como quien llora a su madre. 

Pero, cuando yo tropecé, se alegraron, 
se juntaron contra mí 
y me golpearon por sorpresa; 
me laceraban sin cesar. 

Cruelmente se burlaban de mí, 
rechinando los dientes de odio. 

Señor, ¿cuándo vas a mirarlo? 
Defiende mi vida de los que rugen, 
mi único bien, de los leones, 

y te daré gracias en la gran asamblea, 
te alabaré entre la multitud del pueblo. 

Que no canten victoria mis enemigos traidores, 
que no hagan guiños a mi costa 
los que me odian sin razón. 

Señor, tú lo has visto, no te calles, 
Señor, no te quedes a distancia; 
despierta, levántate, Dios mío, 
Señor mío, defiende mi causa. 

Que canten y se alegren 
los que desean mi victoria, 
que repitan siempre: "Grande es el Señor" 
los que desean la paz a tu siervo. 

Mi lengua anunciará tu justicia, 
todos los días te alabará.