Con el corazón ante los salmos
Salmo 10. “Cuando fallan los cimientos, ¿qué podrá hacer el justo?”

Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Sentimientos:

- Mi interior hierve
- La humanidad y el Evangelio
- Guerras injustas
- Mi esfuerzo personal
- No quieres el mal

Reflexión:

• Señor, permíteme que me desahogue contigo en este bello amanecer. Parece una contradicción: todo lo exterior a mí 
está en orden perfecto. Y sin embargo, en mi interior bullen ideas raras. No entiendo muchas cosas que han cruzado esta noche 
por mis sueños. 
• Veo que la humanidad no da pasos agigantados hacia el bien del que tú nos hablas en el Evangelio. Considero mi vida 
como una gotita de agua perdida en el océano de este mundo traidor y malvado. Cada cual parece que va derecho a humillar al 
vecino, a ponerle trampas para que caiga en el foso de la desesperanza.
• Y noto que, al fin y al cabo, no hago mucho por remediar tanto mal. Y te digo que tú tampoco pareces moverte mucho 
ante las maldades que se suceden cada día en los campos de batalla. La ley de este mundo- en muchos sitios- no consiste en 
otra cosa que en declarar las guerras por asuntos económicos, o para darle salida a tanto armamento.
• Y lo venden a países pobres. ¿Para qué? Los poderosos lo saben muy bien: para que se maten entre sí y obtener pingües 
ganancias. Esta es la ley que impera. ¿No haces nada por remediar estas situaciones? ¿Qué me dices?
• El hombre tiene capacidad y libertad para hacer el bien o el mal. No puedo quitarle ese don que le di al crearlo. Ni 
me arrepiento. Llegará el día en que el mismo hombre se convierta y se dé cuenta de que está llamado para llevar a los otros 
amor y no guerra.
• Señor, ya sé que voy a continuar trabajando por este ideal que, sin duda, es la insignia de cuanto pienso, hago y 
siento. Pero hay momentos bajos como éste en que necesito tu luz.
De sobra sé que tú no quieres el mal. Lo permites y en cada ser humano que sufre tú estás presente, crucificado de nuevo.
* Cuenta con mi trabajo y esfuerzo personal por ir cambiando mi propio ser personal y el de cuantos me rodean. 


Buenos días, Señor, y dame valor.