Con el corazón ante los salmos
Salmo 49.” Tú detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos. Sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño; te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre: eso haces, ¿me voy a acallar?”.

Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Sentimientos:

- La oración
- La rutina
- Acepto tu corrección
- Distracciones

Reflexión:

• Señor, tengo bellas teorías sobre el mundo de la oración. Las hago cada día, tú bien lo sabes. Pero muchas veces- por desgracia,- estoy en otro mundo. Se me va el santo al cielo. La imaginación me hace malas jugadas.
• Parece mentira que, estando en contacto contigo, me distraiga tanto. Y aunque me revienta la rutina y hacer las cosas por puro cumplimiento, sin embargo reconozco que a veces me sucede lo que te cuento con toda sinceridad.
• En primer lugar, Señor, me siento incómodo cuando la rutina aparece en mi plegaria. Es una contradicción: estar contigo y al mismo tiempo no estar todo en ti. No me gusta caer en la pura fórmula sino dejarme llevar por tus sentimientos en los míos. Sólo de este modo, Señor, me siento feliz en la oración, en la conversación contigo. Orar es pensar en ti amándote.
• En segundo lugar, me conoces bien. Hay días en que mi oración es vacía. Me siento flojo, infértil como la tierra del desierto. Pero aún así, sé que me amas. Y esto me da mucho consuelo para proseguir mi contacto contigo.
• Deseo que hasta mi respiración la oigas- como lo haces- para que nada de mi corazón se sienta lejano de tu presencia amada.
• Hoy acepto tus palabras como una fuerte corrección a mis despistes. Te las agradezco desde lo hondo de mi alma.
• Con un Maestro como tú, la corrección me viene de perlas. Quiero que todo en mí tenga el aroma del buen trato contigo y con los hombres y personas que están en mi camino.
• Muchas están unidas a mí por este invento del Internet. Te las hago presentes como una ofrenda en este rato de oración, conversación y contacto de amor contigo.
• Y perdona mis distracciones. No soy un ángel, sino una simple criatura tuya muy frágil. Gracias.

Buenos días, Señor, y gracias.