Con el corazón ante los salmos
Salmo 131.”Levántate, Señor, ven a tu mansión”...

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Sentimientos:

 

 - Tabla de la Alianza
- Los diez mandamientos
- Trato con los niños
- Necesitan amor más que regalos

Reflexión:

• Señor, al comienzo de la meditación de este Salmo, dejo que mi corazón se explaye en sentimientos ante tu Tabla de la Alianza y ante tus Sagrarios actuales.
• Siendo Dios como eras y habiendo dado a tus peregrinos por el desierto y, concretamente en el Sinaí a Moisés, las reglas por las que debería regirse tu pueblo y la humanidad, siento una gran admiración por tu inmensa bondad en habitar entre cuatro tablas y en una choza que se edificaba en un lugar destacado de los lugares a los que llegaban tus peregrinos.
• Ibas caminando con tu pueblo de un sitio a otro, sin un lugar fijo. Y pienso en muchos niños actuales que ni siquiera llegan a ver la luz del sol porque mueren en el vientre de la madre inocentemente asesinados y sin defensa alguna. 
• Me resulta cruel que un niño viva, habite en un clima tenso de divisiones y de familias en las que viven mal por falta de calor y de un hogar que les acoja bien y con cariño.
• Para tratar bien a los niños, hace falta mantener el espíritu joven. Solamente aquellos que se mantienen en contacto con ellos se les puede llamar en verdad padres.
• Hay otros que nadan en abundancia de regalos, pero les falta el corazón, el mimo, la caricia y la mirada de los padres. En lugar de hacer esto, se entregan a vivir la vida como si no estuvieran casados o a ganar cuanto más dinero, mejor.
• Hoy habitas, Señor, en lujosos o sencillos Sagrarios. Es la señal permanente de tu estancia entre nosotros. Cuando entro a una iglesia y veo la luz encendida, sé que estás ahí. Me paro y hablo contigo un rato sin mirar el reloj de las horas, sino el del corazón.
• Lo que da consistencia a nuestra vida de peregrinos del siglo XXI, es saber que estás tan cerca de nosotros que incluso podemos- mejor que Moisés y su pueblo- participar de tu Cuerpo y de tu Sangre en la Eucaristía, memorial y recuerdo de tu presencia para siempre entre nosotros. Somos los más dichosos: podemos comer a nuestro Dios y al mismo tiempo alimentarnos- como hago ahora- de tu Palabra salvadora. Haz que mi corazón sea para ti una bella mansión.

Buenos días, Señor, y gracias.