Salmos y experiencia personal de Dios

Salmo 32. La alegría de la confesión

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Antífona. Bienaventurado el pecador que acoge tu perdón.


¡ Qué alegría de estar librado de su pecado,
de ver desaparecer su ofensa!

¡Qué alegría cuando el Padre olvida la falta
sin que intente disimularla!

He intentado olvidarla,
Pero me ronda siempre el corazón;

Día y noche era un fardo pesado
Que debilitaba mi vitalidad.

Un día, reconocí mi pecado,
Cesé de esconderlo ante el Padre.

Me dije: “ Voy a confesarle mis ofensas”.

Y él, en seguida,
Me ha librado de su peso.

Así sucede a quien va a su encuentro
Y se confía a él con toda franqueza.

Incluso si se ve asaltado por doquier por el mal,
Nunca perderá su paz.

Padre, eres para mí un abrigo,
Me proteges de la angustia,
Pones en mí cantos de libertad.

Me aconsejas el camino que he de seguir,
Velas por mí y me acompañas paso a paso.

Si me ofusco en ser estúpido y reacio

Como un caballo rebelde

Que hay que frenar con la brida y el bocado,
No me sucederá nada.

Para quien rechaza la confianza en el Padre,
La vida será siempre difícil;

Pero para quien cuenta con él,
La vida se desarrolla en la fidelidad a él

Pensando en esta presencia del Padre,
Ofrecida a quien quiere apoyarse en ella,
Exultad, alegraos, gritad de alegría.