Salmos y experiencia personal de Dios

Salmo 102. Padre, ven a buscarme

Autor: Padre Felipe Santos Campaña SDB

 

 

Antífona. Señor, escucha mi oración,
No me ocultes tu rostro.


Padre, escucha mi oración:
Quisiera que mi grito te llegara.

No me ocultes tu presencia
Mientras estoy deprimido.

Escúchame, Padre, y respóndeme
En los días en que te invoco.

Mi vida se evapora como el humo,
Se diría que es un brasero reducido a cenizas.

Mi corazón está seco como hierba cortada;
No tengo ganas de comer.

A fuerza de lamentarme con mis desgracias,
Sólo tengo ya huesos y piel.

Soy como una tórtola
Que se echa atrás escondida en el árbol,
Como el búho fijo en medio de las ruinas.

No consigo dormir y me siento
Como un pájaro solitario en el tejado.

Todo el día, soy tentado por el mal:
Está en mí y en mi derredor;
Está a mi puerta y amenaza con destruirme.

Es un pan cotidiano que tiene el gusto de cenizas;
Mi brebaje tiene el sabor de lágrimas.

Tengo la impresión que tu cólera está contra mí
Y que me has rechazado lejos de ti.

Mi vida está tan vacía como la sombra,
Me estoy secando ya, ahora.


Antífona. Escucha, Señor, el grito de los desgraciados.


Sin embargo, Padre, tú estás ahí siempre,
Los siglos saben de tu presencia.

Es tiempo de que veas a tus hijos por amor,
Es tiempo de que tengas piedad:
Sí, ha llegado el tiempo.

Tu familia tan sólo sobrevive
Y se deshace sin piedad.

La naciones se tomarán en serio tu nombre, Padre,
Lo mismo que los poderosos de la tierra,
Cuando vuelvas a construir tu familia en el amor,

Cuando ya no parezcas que rechazas su oración
Y que por el contrario, la acoges.

Escribiremos eso para nuestros descendientes;
Toda la familia dirá su alegría al Padre:

Se ha convertido en uno de los nuestros,
Su divinidad ha pasado por la tierra

Para escuchar los gemidos de los desgraciados
Y para librarnos de la muerte.

Se aclamará el nombre del Padre en la familia;
Su alabanza se oirá por doquier

Cuando se reúnan los hijos de todos sitios
Para vivir con el Padre en su Casa.


Antífona. Señor, tú has fundado la tierra.


Un día, mis fuerzas se han debilitado;
Mi vida corría el riesgo de abreviarse.

Entonces, dije: Padre, no me dejes que me falte la vida.
Tú existes desde siempre y para siempre.

Antiguamente hiciste la tierra y moldeaste los cielos.
Todo eso terminará pereciendo, pero tú permanecerás.

Todos usarán una vestimenta
Y las reemplazarás por un hábito;
Cederán según tu proyecto.

Mira cómo te percibimos: no tienes fin.
Estableces a tus hijos en una gran familia
Con descendientes que guardarás ante ti.